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No hizo mucho ruido El héroe discreto cuando se publicó, allá por septiembre de 2013. Al menos comparado con lo que cabría esperar de una obra de Mario Vargas Llosa. Es una pena, porque es una deliciosa novela. Quizá voluntariamente menor, pero deliciosa en cualquier caso. Un lector de mi perfil tenía todas las de perder con esta obra. ¿La razón? Quién esto firma ha leído toda la ficción que ha publicado el peruano desde La fiesta del chivo (2000), cuya lectura me impresionó vivamente en la adolescencia. Pero toda su (vasta) obra anterior me es inédita. Esto, que ya es malo en general, se vuelve todavía peor con la presente lectura, plagada de guiños y personajes rescatados de Lituma en los Andes (1993) o Los cuadernos de Don Rigoberto (1998), entre otras.
Y pese a lo anterior, las 400 páginas se devoran deseando casi que no acaben. Dos sencillas tramas paralelas se alternan a lo largo de los capítulos. Unos anónimos con una arañita dibujada que traen por la calle de la amargura a un probo empresario de Piura. Y la enrevesada venganza que un próspero hombre de negocios trama contra sus hijos. El vínculo filial es un elemento clave del relato. A este respecto, el Nobel plantea un posicionamiento espinoso. Sin destripar, diremos que es uno en las antípodas de aquel tan conmovedor que nos contó Galdós en El Abuelo (1897). No tiene porqué ser, en cualquier caso, el del autor.
Una excelente novela.
EL HÉROE DISCRETO
Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Madrid, 2013. 392 páginas.
PVP: 19’50 euros, 9’99 euros (e-book), 12’95 euros (bolsillo).
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